Los Valores: Columna vertebral de la educación

La transmisión de valores morales ha sido una tarea firme y primordial en todas las civilizaciones, porque con ello se aseguraba la continuidad y el bienestar de ellas mismas y sus individuos. En este sentido, hablar de educación en valores debería de ser una redundancia tan absurda como decir "fuego caliente" o "juego lúdico", si no fuera por dos hechos a considerar en la realidad habitual inmediata:

  • En la práctica educativa real prima la formación científica e intelectual, en el sentido más estricto, sobre el desarrollo afectivo y moral del alumnado.
  • Las claves de socialización preconizadas por los restantes agentes educativos, sobretodo los medios de comunicación -esencialmente pantallas- y el entorno comunitario inmediato entran en frontal y cuasi bélica contradicción con los principios éticos que se pretenden enseñar desde la escuela.

Desde nuestro punto de vista, la enseñanza de valores en la escuela debe tener una fundamentación psicopedagógica, sustentada más en el propio convencimiento de los alumnos y alumnas, con respecto a lo moralmente adecuado de sus ideas y actuaciones, que, en el frío y mecánico cumplimiento del deber sin más. Por ello, debemos contemplar una serie de principios pedagógicos básicos que engloben las acciones educativas relacionadas con el desarrollo moral de los niños y niñas de la etapa de Educación Primaria:

  • Organizar y animar situaciones de aprendizaje de valores, trabajando a partir de las representaciones de los alumnos y de sus códigos morales.
  • Partir de una formulación integrada de los diferentes tipos de contenidos, de forma que el tratamiento de valores concretos (por ejemplo, la solidaridad ante la desigualdad) resulte indisociable de la comprensión del mundo (por ejemplo, las causas de la desigualdad).
  • Promover metodologías basadas en la cooperación, el diálogo entre las partes, el respeto, la solidaridad, etc.
  • Priorizar, en las actividades docentes, la competencia en el manejo de la información, como un instrumento esencial y multiusos para una ajustada formación moral.
  • Fomentar el deseo de aprender valores, proporcionando situaciones en las que se evidencie la utilidad de éstos para el desarrollo y el bienestar personal y de los demás.
  • Implicar a los alumnos en la organización, desarrollo y participación en acciones educativas con marcado carácter moral, promocionando el autodescubrimiento como motor de aprendizaje.
  • Negociar con el grupo clase una serie de normas, reglas y acuerdos que deban respetarse por todos y todas, reflexionando sobre el por qué y para qué de los mismos. 
  • Formar verdaderos equipos pedagógicos en los Claustros, cuidando especialmente la ausencia de malos ejemplos en la conducta cotidiana del profesorado: "Los niños aprenden lo que ven".
  • Informar e implicar a las familias, convirtiéndoles en aliados y partícipes de la educación moral de sus hijos, dándoles pautas y estrategias para realizar esta labor.